Soy hermana mayor. Seguro saben eso. Los nenes (el Taltu y el nene) tienen ocho y seis años menos que yo y durante buena parte de su infancia y mi adolescencia/juventud fui la encargada de velar por sus tiernos huesitos. Como también les he dicho, no costó demasiado porque estos chicos son... Unos pasmados. Pasmados de esos que no se suben a los árboles ni al respaldo de los sillones ni van a los parques ni juegan pelota ni nada porque les gusta la tranquilidad de estar sentados o (mejor aún) acostados. Aún así, un día (craso error) rompimos la monotonía y esa es la emergencia que quiero contarles.
No recuerdo el mes, el día ni el año. Es posible que yo tuviera catorce o quince. Es probable que estuviésemos en Marzo pero también pudo ser septiembre. También creo que mis papis iban a tener una fiesta o habían tenido una porque el lugar en el que en general estaba la sala y el comedor estaban vacíos. El dato que más cercano me parece es que era un lunes y sé con certeza que ese día no fuimos a estudiar.
Por la mañana, papi y mami se fueron a trabajar y salí a dejarlos. Los nenes no porque estaban en la cama del cuarto de mis papis, comiendo o algo. Todo lo que teníamos que hacer ese día era quedarnos en la cama, jugar videojuegos, comer, lavar los platos y arreglar en general la casa, me dijeron antes de irse y dije que así lo haríamos.
Luego de poner seguro a la puerta principal, volví a la cama con ellos y jugué un rato en la consola, hasta que me dio hambre y fui (en calcetas) a buscar algo de comer a la cocina. Al salir del cuarto, me resbalé por accidente y vi las posibilidades de diversión infinita que tenía nuestro pasillo libre y encerado. Entonces empecé a patinar. Después de algunas vueltas, vi al nene recostado contra el marco de la puerta, arreglando sus calcetas (o calcetines) para acompañarme en la "patinada" y al Taltu viéndonos desde la cama.
Cuando vi que mi hermanita también estaba arreglándose las calcetas, me dio una punzada de miedo premonitorio. Y es que probablemente ustedes no lo sepan, pero en la infancia, el Taltu se tropezaba con sus propios pies porque torcidos. Sin embargo, no hice nada para evitarlo y seguimos patinando como los inconsecuentes que éramos.
Después de un rato dando patinazos ya sin chiste, quise hacer un truco y salté al dar la vuelta. Fue maravilloso. Mi hermano hizo algo similar y también estuvo perfecto. Luego el Taltu trató de dar una vuelta y lo que pasó fue que al girar, sus pies hicieron un nudo y cayó con la boca (cosa que fue mucho mejor que si hubiera caído de nariz) a dos pasos de mí. Lo vi todo en cámara lenta: la cabeza de mi hermanita bebé en picada al suelo y la carita de susto del nene a la par mía. El golpe seco y el rebotar de su boca contra el suelo. El silencio que duró unos segundos y luego, al levantar el mentón, el desastre.
En la caída, los dientes frontales del Taltu se incrustaron en su boca,abriéndole el labio superior (piensen en como tienen la boca los conejos o los gatos). Cuando levantó la carita, gritó "¡Auxilio, que alguien me ayude!" dos o tres veces, y aunque ahora me da mucha risa, en ese momento sentí ganas de llorar porque no sabía qué hacer. En casa, mis papis dejaban el teléfono desconectado y todavía no teníamos celulares, así que estábamos incomunicados. Tampoco teníamos dinero y la casa de mi abue (a dos cuadras de la nuestra) me pareció lejana.
Mi hermanita seguía llorando. Su labio, partido mostraba distintas capas (blanca, morada, roja) que los dientes habían roto, y la carita se le estaba hinchando. Entonces tuve que armarme de valor y salir de la casa. En la esquina había una tienda y le pedí al chico que la atendía una moneda de veinticinco centavos. "Se la paso después". Le dije. Fui al teléfono público que estaba a unos pasos de la tienda y llamé a papi, para pedirle que viniera porque teníamos una emergencia. Creo que me gritó que qué pasaba pero solo le dije que viniera rápido antes de que la llamada se cortara. Entonces volví a la casa y mis hermanos todavía estaban medio tontos y llorosos.
Papi llegó rapidísimo, le lavó la boquita al pobre Taltu (con jabón de tocador de esos que arden) y se la llevó, sin preguntarnos mucho. Supimos de ellos un par de horas después. En mi misma calle había un pediatra pero el único hilo que tenía disponible era como para coser toldos, así que prefirieron ir al pediatra regular, que por supuesto, no estaba todavía en el consultorio. Esperaron una hora y mi hermana se durmió, con la boca abierta, manchando la camisa de papi. Allí supimos que sus dientes se habían aflojado. La patinada salió en tres puntos de sutura y limpiar la sangre del suelo y la ropa. Ella dice que la anestesia no le hizo efecto y que pasó por el dolor psicológico de ver la aguja que le traspasaba la boca y el físico de sentirla en su boquita de bebé. También dice que mientras lloraba, papi le daba coshcos para que se tranquilizara porque no dejaba de moverse.
A los días de tener los puntos puestos, se empezó a zafar el hilo de uno ellos con la lengua, hasta que cargaba el hilito con trozos de piel colgando de la boca. Pocas cosas me han causado más repulsión que verla haciendo eso, pero lo bueno de todo esto es que: No se le cayeron los dientes (que por cierto ya no eran de leche), su labio cerró decentemente y mis papis nunca supieron que se cayó por patinar (porque les dijimos que se había tropezado y por supuesto que nos creyeron porque mi hermana es torpe, ya les dije) y el chiste de ella diciendo "auxilio, que alguien me ayude" se volvió un clásico en casa.
En fin. En casa son unos sedentarios. No volvimos a patinar, mis hermanos no son conocidos por hacer deporte y espero que así sea por siempre porque ahora que lo pienso, el Taltu no ha dejado de tropezarse con sus piernas.
viernes, 14 de abril de 2017
Anecdioteces. Emergencia.
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Que divertido, me gusto Chape felicidades.
ResponderEliminarMirna Eggenberger
JAJAJA
ResponderEliminar¡Auxilio, que alguien me ayude!