Hace
un año, cerca de estas fechas, me desperté una noche porque sentí que un camino
de manos sobre mi cuerpo me sacaba de la cama para llevarme a la calle con todo y sábanas. Grité
todo lo que pude y vi a mamá, todavía en camisón, estirar el cuello para ver si
me estaban haciendo daño.
-¡Suéltenme,
hijos de puta!- Les grité.
-Métanle
algo en la boca. Dios no dice esas cosas.- Dijo alguien que estaba lejos, y me
bajaron un poco, lo suficiente para anudar una parte de mi sábana atrás de mi
cabeza y meter algo del trapo en mi boca para amortiguar mi voz, cosa que
lograron porque pronto empecé a ahogarme con la saliva que bajaba por mi
garganta. Decidí dejar de gritar porque de todas formas nadie iba a ayudarme.
Salieron
de la casa conmigo en hombros y mamá se asomó a la puerta, todavía con el
cuello estirado mientras otras personas intentaban calmarla.
-Con
cuidado, m'hijo.- Me gritó cuando ya
dábamos la vuelta a la cuadra y me llevaban a la iglesia.
Cuando
llegamos, escuché que la gente, entusiasmada, dejaba de hacer sus cosas y me
observaban, como si nunca antes nos hubiésemos visto.
-¡Es
el niño Dios! ¡Ya lo trajeron!-
Decían. Adentro, la iglesia estaba
adornada para las fiestas que teníamos que celebrar esa semana. El anda de la
procesión estaba casi montada y muchísimas flores adornaban sus esquinas. En el
suelo yacía, partida por la cadera, una figura religiosa, que tenía casi todas
mis facciones.
Que me dijeran “niño
Dios” no era nuevo. Cuando era pequeño, las viejas del pueblo nos detenían en
la calle, a mamá y a mí, para decirnos “Te parecés a Dios”. Ella me veía,
sonriendo, y ambos dábamos las gracias al mismo tiempo, casi cantando, entre
orgullosos y avergonzados. Mientras pensaba en esto, veía a los encargados del
anda hacer mediciones para confirmar si yo cabía en el lugar de dios. Los que me habían traído se rehusaban a
bajarme, sosteniendo fuertemente mis piernas y brazos, como si yo fuera un
venado que acababan de cazar, probablemente por el miedo a que me escapara.
-¿Cómo se nos fue a
caer?- repetían las señoras, llorando, mientras recogían los pedazos de la
imagen del suelo. -Menos mal este se le parece- dijo alguien. –A esta hora ya no
hubiéramos llegado a ninguna parte para pedir que nos prestaran uno.- Y quién
sabe si nos lo hubieran prestado. Mejor a lo seguro.- Concluyeron.
En eso llegó el
doctor del pueblo, preguntando por mí y a su solicitud me bajaron por un
momento, atándome de pies y manos, y me dejaron frente a la parte superior de
la imagen, bajando mi ropa de dormir mientras yo trataba de moverme para evitar
que lo hicieran. Inmediatamente sentí un pinchazo en la pierna, un quejido
ahogado salió de mi garganta y el doctor dijo que podían quitarme la sábana de
la boca. Mientras lo hacían vi que los ojos de la figura me veían con compasión
pero sus labios se curvaban en una mueca de burla que me dio vértigo antes de
sentir que perdía el conocimiento.
Cuando pude abrir los
ojos, sentí el sol quemando mi piel, sin dejarme ver nada. Tardé mucho tiempo
en acostumbrarme a la luz de mediodía y cuando lo hice, vi que me habían puesto
sobre el anda con una especie de taparrabos por toda vestimenta y que me habían
atado de las muñecas, cintura y cuello a una cruz. También habían metido una bolita de tela en
mi boca, y aunque podía respirar, no
pude sacarla con la lengua por más que quise. En la calle, la gente se
aglomeraba para verme y una banda que venía tras nosotros tocaba una triste
canción que era acompañada por el llanto de la gente que venía en el
cortejo. Al llegar a una esquina y
doblar la calle, vi gente persignándose mientras me veían fijamente. Los brazos
me dolían y sentía como si mi cabeza tuviese piedras encima. Mi cuello también
estaba lastimado y aunque aún quería bajarme, también quería seguir disfrutando
del espectáculo. Ya que no tenía opción, seguí observando. Las mujeres me lanzaban besos, y los hombres
rezaban bajo mis pies mientras me cargaban. A cada paso me caían flores en las
piernas, en el torso desnudo, y las madres cargaban a sus hijos para que
pudieran verme mejor. Un par de niños se asustaron porque yo movía la cabeza
pero sus mamás los calmaron enseguida y todos siguieron adorándome mientras la
música subía y los cargadores se esforzaban por mantener el paso a lo largo de
la calle.
Cuando empecé a
buscar rostros conocidos, encontré el de mamá, bañado en lágrimas. Estaba
completamente vestida de blanco y la veía orgullosa de mí. Entonces, levanté la
cabeza y vi al cielo, tal como estaba la imagen por la que me habían cambiado.
Entonces más personas empezaron a verme y escuché algunos aplausos, mientras
sentía mi corazón llenarse de vanidad.
Me mantuve así todo
el tiempo que pude hasta que sentí el cuello a punto de romperse y entonces
dejé caer la cabeza sobre el pecho para descansar un poco. En cuanto sentí
fuerzas suficientes, volví a erguirme y vi que mamá seguía observándome y que
me hacía señas para que me mantuviera como estaba. Asentí ligeramente y como el
cortejo estaba a punto de terminar, no tuve problemas para mantener la pose
hasta el final. En la entrada de la iglesia nos recibieron montañas de flores y
aplausos. La banda tocó su canción más triste y los cargadores susurraron oraciones
pidiéndome perdón por sus pecados mientras yo asentía diciéndoles que estaban
perdonados.
Ya dentro de la
iglesia colocaron el anda en los soportes destinados para ello y un par de
tipos se subieron a desatarme. Me sacaron el trapo de la boca y musitaron un
“disculpe” mientras me devolvían la ropa de dormir. Me bajé de inmediato y
busqué un lugar seguro para cambiarme y
en cuanto estuve listo, salí de la iglesia hacia la casa.
Vi mucha gente
murmurar en la calle pero nadie me dijo nada y cuando llegué a casa, mamá se
cercioró de que estuviera bien y me dio bebidas para que me repusiera mientras
me abrazaba, orgullosa. Esa noche dormí
perfecto, soñando que me admiraban y al día siguiente mi vida siguió normal
aunque el cuello me dolió aún unos días. Un par de meses después supe que
habían reparado la figura.
Ayer que volvía del
trabajo, vi que la gente de la iglesia estaba adornando la entrada. Entré y pregunté cómo iba todo a las personas
que ayudaban a preparar el cortejo. Entonces, viendo la imagen y una escalera
cercana, pedí permiso para subir y comprobar que todo estuviera bien para
evitar altercados como el del año pasado. Un poco extrañados, asintieron y
entonces me subí a desmontar la imagen y me bajé de inmediato diciéndoles que
todo estaba perfecto, yéndome enseguida.
Al llegar a casa le he
dicho a mamá que tengo sueño y que quiero dormir pronto. Ella me ha dado las
buenas noches pero me he puesto la ropa de dormir del año pasado porque creo
que es de buena suerte. Me he mantenido
alerta y creo escuchar que tocan la puerta. Mamá pregunta si necesitan algo y
escucho mucha gente entrando e ignorando su pregunta. Entonces cierro los ojos,
tratando de esconder mi sonrisa, que se parece a la que la figura me devolvió
el año pasado y siento nuevamente un camino de manos
subiendo a mi cuerpo que me lleva (pretendemos todos que es a la fuerza) a la alegría
de ser su dios de nuevo.
Te amo a vos y conejito.
ResponderEliminarExcelente trabajo. Me encanta la historia y el desenlace. Se siente un poco de morbo al pensar q al tipo le paró gustando q lo raptaran para ponerlo en lugar de la imagen, es como una especie de masoquismo irreverente (del raptado) mezclado con inocencia mística (de los raptores).
ResponderEliminarEl título definitivamente no va con la historia. Podría haber sito "El Rapto" o "Suplente en Procesión" o "Cara de Santo" o algo así. El Rito suena a algo más "ritual" q una procesión q es más una "costumbre" sin mencionar q es un evento anual mientras un rito puede realizarse siempre q se vea conveniente.
La narración en primera persona es fantástica, hasta se siente la desesperación del personaje cuando no sabe q está pasando.
También deja una sensación de aislamiento fatalista xq el persona no acude o no puede acudir (por razones q no se mencionan) a las autoridades ni civiles ni eclesiásticas para denunciar el abuso.
Sabiendo q la autora es una mujer y por la narración en primera persona, al principio pensé q el protagonista también era mujer, me sorprendió descubrir poco a poco q era hombre.
Otro elemento es la atemporalidad. No se sabe cuándo ocurre la historia pero es fácil imaginar q puede ser ahora o hace 100 años, ¡no importa! ¡Fantástico!
Pa la próxima queremos uno donde la protagonista sea la autora, jejeje.
Muchísimas gracias por sus observaciones y su comentario. Lo bueno de tener un blog es que uno lo puede cambiar facilmente. El título de El rapto me gustó mucho así que ya lo cambié.
EliminarMe alegra que le haya dado causado diferentes sensaciones y su perspectiva sin duda me da mucha retroalimentación.
Cuando el personaje soy yo, narro anecdioteces. En un par de semanas espero subir alguna.
Gracias, de verdad
La felicito. Aunque no sé realmente mucho de literatura, le puedo decir que me entretuvo la lectura, no sólo por ser interesante pero también porque el estilo al escribir me gustó bastante y es su calidad literaria es muy buena. ¡Adelante! ☺️
ResponderEliminarHe disfrutado mucho la lectura y me he reído bastante también, no se si ese era el objetivo pero eso ha provocado en mi, me imagino a un joven maldiciendo y gritando groserias mientras lo idolatran asdfs es irreverentemente divertido.
ResponderEliminarMe agradan mucho los matices de sus escritos. Me mantienen enganchando y no puedo nunca imaginar lo que viene hasta que lo termino.
ResponderEliminarMucho éxito
Saludos
Hola, nuevamente le agradezco su forma de escribir, la verdad me mantiene enganchado a la lectura y lo disfruto bastante.
ResponderEliminarSiga adelante, es usted muy buena en lo que hace.
Sórdido rapto, está bien pero el juego del fuego no pueden ser únicamente de imposición de manos... Hay elementos que no están siendo totalmente aprovechados podría ser algo más largo también. La figuración ya está logradísima felicidades.
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